Esta semana regresa StartUp. En la época de los canales de streaming resulta fácil perderse series como esta
La evolución de StarUp es rápida y directa: comienza como un drama coral al estilo de Traffic o Crash y muy pronto hace converger sus tramas para convertirse en el clásico relato de ascenso y caída de una organización pseudocriminal. Esta vez, la excusa es el nacimiento de una criptomoneda cuya diseñadora solo logra financiar a través del dinero de las drogas.
Ella es Izzy, la genial y malcarada creadora de GenCoin, descendiente de cubanos y enfant terrible, y él Nick, un banquero ingenuo que quiere dejar atrás los trapicheos de su padre, aunque para ello tenga que hacer uso de su dinero negro. Junto a Ronald, mafioso haitiano con ganas de rehabilitarse, se embarcan en la aventura de emprender una compañía tecnológica en la siempre corrupta Miami. Pronto se darán cuenta de que los peores criminales no siempre llevan pistola, y la redención es un camino largo y lleno de obstáculos.
Por desgracia, los creadores se han tomado demasiadas molestias en convertir sus protagonistas en personajes antipáticos, y sus historias caminan del cliché a la irrelevancia. Conforme pasan los capítulos, la trama se vuelve más enrevesada e interesante, pero determinados giros de guión afean lo que podía haber sido una buena historia. Es fácil cansarse de los metódicos errores de los protagonistas. La espiral de autodestrucción, tan habitual en este tipo de relatos, tiene en StartUp la marca inconfundible de la estupidez humana.
Al final, todos te caen mal, todos han sido vistos en multitud de series y películas, y solo el perturbador agente federal interpretado por Martin Freeman añade cierto elemento sorpresa. StartUp es el improbable cruce entre Breaking Bad y Halt and Catch Fire, una historia con cierto interés a la que falta fineza y un mejor acabado para apasionar.
Filmaffinity: 6.8
IMDb: 8.1